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El manuscrito Voynich

por Xenovant en

  El manuscrito Voynich es un misterioso libro ilustrado, de contenidos desconocidos, escrito hace unos 500 años por un autor anónimo en un alfabeto no identificado y un idioma incomprensible, el denominado voynichés.

  A lo largo de su existencia constatada, el manuscrito ha sido objeto de intensos estudios por numerosos criptógrafos profesionales y aficionados, incluyendo destacados especialistas estadounidenses y británicos en descifrados de la Segunda Guerra Mundial. Ninguno consiguió descifrar una sola palabra. Esta sucesión de fracasos ha convertido al manuscrito en el Santo Grial de la criptografía histórica, pero a la vez ha alimentado la teoría de que el libro no es más que un elaborado engaño, una secuencia de símbolos al azar sin sentido alguno.

  Sin embargo, el que cumpla la ley de Zipf, que viene a decir que en todas las lenguas conocidas la longitud de las palabras es inversamente proporcional a su frecuencia de aparición (cuantas más veces aparece una palabra en un idioma, más corta es), hace pensar que se trata no sólo de un texto redactado en un lenguaje concreto, sino también que este lenguaje está basado en alguna lengua natural, ya que lenguajes artificiales como los élficos de Tolkien o el klingon de Star Trek no cumplen esta regla. Esto es debido a que la explicación a esta ley se basa en la economía lingüística: las palabras que más utilizamos son más cortas y así requieren menos energía, por ello es el uso de una lengua el que acaba por imponer esta ley. Es prácticamente imposible que el autor del manuscrito Voynich conociera la ley de Zipf, enunciada muchos siglos después, y por tanto que la aplicase a una lengua inventada por él.

  El nombre del manuscrito se debe al especialista en libros antiguos Wilfrid M. Voynich, quien lo adquirió en 1912. Actualmente está catalogado como el ítem MS 408 en la Biblioteca Beinecke de libros raros y manuscritos de la Universidad de Yale.


  El libro tiene alrededor de 240 páginas de pergamino, con vacíos en la numeración de las mismas (la cual es aparentemente posterior al texto, quizá del siglo XVI), lo que sugiere que varias páginas se habían extraviado ya antes de su compra por Voynich. Para evitar extravíos posteriores el padre Petersen lo fotocopió en 1931, repartiendo dichas copias entre varios investigadores interesados en su estudio e intento de traducción. Se utilizó pluma de ave para escribir el texto y dibujar las figuras con pintura de colores; según se puede apreciar, el texto es posterior a las figuras, ya que en numerosas ocasiones el texto aparece tocando el borde de las imágenes, algo que no ocurriría si éstas hubiesen sido añadidas posteriormente.



Ilustraciones

Las ilustraciones del manuscrito no aclaran los contenidos del texto pero denotan que el libro consta de seis "secciones", con diferente materia y estilo. Exceptuando la última sección, que contiene únicamente texto, casi la totalidad de las páginas contienen al menos una ilustración. Las secciones y sus nombres convencionales son:

- Herbario: cada página muestra una planta (en ocasiones dos) y algunos párrafos de texto, un formato típico de herbarios europeos de la época. Algunas partes de estas ilustraciones son copias en mayor escala y detalle de bocetos vistos en la sección farmacéutica (debajo).

- Astronómica: Contiene diagramas circulares, algunos de ellos con soles, lunas y estrellas, lo que sugiere que trata de astronomía o astrología. Una serie de 12 diagramas muestra símbolos convencionales para constelaciones zodiacales (dos peces para Piscis, un toro para Tauro, un soldado con un arco para Sagitario, etc.). Cada símbolo está rodeado por exactamente 30 figuras de mujeres en miniatura, la mayoría de ellas desnudas, cada una sosteniendo una estrella. Las dos últimas páginas de esta sección (Acuario y Capricornio) se extraviaron, mientras que Aries y Tauro están separados en cuatro diagramas con 15 estrellas cada uno. Algunos de estos diagramas se encuentran en páginas desplegables.

- Biológica: Un texto denso y continuo con figuras de pequeñas mujeres desnudas tomando baños en balnearios públicos o tinas interconectadas por una elaborada red de tuberías, algunas de ellas claramente en forma de órganos del cuerpo. Algunas de las mujeres llevan coronas.

- Cosmológica: Más diagramas circulares, pero de naturaleza desconocida. Esta sección también posee páginas desplegables, una de ellas de seis páginas de largo, que contiene una especie de mapa o diagrama con seis "islas" conectadas por calzadas, castillos y posiblemente un volcán.

- Farmacéutica: Varios dibujos con leyendas de partes de plantas aisladas (raíces, hojas, etc.); objetos similares a jarras farmacéuticas (albarelos) a lo largo de los márgenes y algunos párrafos de texto.

- Recetas: Muchos párrafos cortos, cada uno marcado con una "viñeta" en forma de flor (o estrella) que hacen pensar en una serie de órdenes, pasos o instrucciones para elaborar algo (presumiblemente un producto químico o alquímico).

     


El texto

  El texto (llamado voynichés) fue claramente escrito de izquierda a derecha, con un margen derecho desigual. Las secciones más largas se encuentran partidas en párrafos, a menudo con "viñetas" en el margen izquierdo. No hay evidencia de signos de puntuación.

  El texto es fluido, como si el escriba entendiera lo que estaba escribiendo mientras lo hacía; el manuscrito no da la impresión de que cada carácter haya tenido que ser calculado antes de ser escrito en la página.

  El texto consiste de más de 170.000 glifos, normalmente separados unos de otros por pequeños espacios. La mayoría de los glifos están escritos con uno o dos trazos simples. Considerando que existen disputas sobre si ciertos glifos son distintos o no, se calcula que el alfabeto entero consta de entre 20 y 30 glifos totales para casi todo el texto, con raras excepciones de algunas docenas de caracteres "extraños", encontrados una o dos veces en todo el texto.

  Los espacios más anchos dividen el texto en alrededor de 35.000 "palabras" de longitud variada. Estas parecen seguir una cierta fonética o reglas ortográficas de cierto tipo; por ejemplo, algunos caracteres deben aparecer en cada palabra (como las vocales en el castellano), algunos caracteres nunca siguen a otros, algunos pueden ser dobles pero otros no.

  El análisis estadístico del texto reveló patrones similares a los de lenguas naturales. Por ejemplo, la frecuencia de palabras sigue la Ley de Zipf y la entropía (alrededor de 10 bits por palabra) es similar a aquella de textos en latín. Algunas palabras aparecen exclusivamente en ciertas secciones, o sólo en algunas páginas; otras son frecuentes en todo el manuscrito. Existen muy pocas repeticiones entre las miles de "leyendas" adjuntas a las ilustraciones. En la sección herbario, la primera palabra de cada página aparece solamente en esa página, pudiendo representar el nombre de la planta.

  Por otro lado, el "idioma" del manuscrito Voynich, el voynichés, es distinto de los idiomas europeos en varios aspectos. En particular no existen palabras con más de 10 "letras". Además, la distribución de letras dentro de una palabra es algo peculiar: algunos caracteres aparecen solamente al principio de una palabra, otros solamente al final y algunos siempre en el medio.

  El texto parece ser más repetitivo que los típicos idiomas europeos; existen secuencias en las cuales la misma palabra común aparece hasta tres veces consecutivas.



Historia

  Se atribuye a los primeros propietarios reales del manuscrito la creencia de su autoría por parte de Roger Bacon (1214-1294). El manuscrito presenta notables parecidos con una obra del autor inglés Anthony Ascham, "A Little Herbal" (Un pequeño herbario), publicada en 1550.

  Los primeros propietarios teóricos del manuscrito habrían sido Rodolfo II de Bohemia (1552-1612) (nieto de Carlos I de España) y Jacobus Horcicky de Tepenecz (que lo habría poseído entre 1612 y 1622), quien a su vez se lo habría pasado a Georgius Barschius (quien en teoría lo habría tenido entre 1622-1665). De este último personaje no se tienen noticias más que por unas cartas posiblemente escritas por Johannes Marcus Marci (poseedor del libro en 1665), dirigidas a Athanasius Kircher. Quizá emulando al orientalista Andreas Mueller, que había conseguido estafar a Kircher con un texto fraudulento, y con la colaboración de Raphael Missowsky, habría escrito el manuscrito y creado toda la representación anterior.

  Permanecería en manos de Athanasius Kircher desde 1665 hasta 1680, sin que pudiera descifrarlo, pasando a la biblioteca del Collegio Romano (actualmente la Universidad Pontificia Gregoriana) hasta 1912, momento en el que lo compraría Wilfrid M. Voynich (entre 1912 y 1930) para pasar posteriormente a su viuda, Ethel Boole Voynich (entre 1930 y 1961), a Hans Peter Kraus (entre 1961 y 1969), el cual lo cedió a la Universidad de Yale.


Energía nuclear

  Jacques Bergier, en su obra Les livres maudits (editorial J' ai Lu, París, 1971), traducida al español como Los libros condenados (Plaza & Janés, 1973), propone una interesante y casi horripilante hipótesis: el autor del Manuscrito Voynich poseía conocimientos extraordinariamente avanzados y demasiado peligrosos para el mundo moderno, por ejemplo el secreto de las estrellas novas, por lo cual los ocultó para evitar nuestra propia autodestrucción.

  No hay pruebas de tales conocimientos avanzadísimos en el manuscrito, salvo algunos diseños "astronómicos" (por ejemplo estrellas que parecen "explotar" en los folios 68 anverso y 69 reverso, aunque pueden representar cualquier otra cosa): de todos modos es altamente improbable que Voynich en 1912, por no mencionar al dúo mágico-alquimista Dee-Kelley (hacia 1585) o incluso el propio Roger Bacon supiese qué es la energía nuclear, cómo manipularla o liberarla de modo artificial.

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FUENTE: Wikipedia
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El Holómetro de Hogan: comprobando la teoría de un universo holográfico

por Xenovant en

  24 octubre 2010. En 2008, el astrofísico de partículas del Fermilab, Craig Hogan, hizo algo de ruido con una asombrosa proposición: El universo 3D en el que parece que vivimos no es más que un holograma.

  Ahora está construyendo el reloj más preciso de todos los tiempos para medir directamente si nuestra realidad es una ilusión.

Diseño conceptual del holómetro

  La idea de que el espacio-tiempo puede no ser completamente liso – como una imagen digital que se pixela cada vez más conforme la aumentas – ya había sido propuesta anteriormente por Stephen Hawking y otros. Las posibles pruebas de este modelo aparecieron el año pasado en un incomprensible “ruido” que plagaba al experimento GEO600 en Alemania, el cual busca ondas gravitatorias procedentes de agujeros negros. Para Hogan, este ruido sugería que el experimento se había topado con el límite inferior de la resolución del espacio-tiempo.

  La física de los agujeros negros, en la que el espacio y el tiempo se comprimen, proporciona una base para las matemáticas que demuestran que la tercera dimensión puede que no exista. En este cómic bidimensional del universo, lo que percibimos como una tercera dimensión sería realmente una proyección del tiempo entrelazado con la profundidad. De ser cierto, la ilusión puede que sólo se mantenga hasta que el equipo se haga lo bastante sensible para hallar sus límites.

  “No puedes percibirlo debido a que nada viaja más rápido que la luz”, dice Hogan. “Esta visión holográfica nos da el aspecto que tendría el universo si estuvieses sentado en un fotón”.

El físico del MIT Sam Waldman en el laboratorio láser donde se está construyendo el holómetro

  No todo el mundo está de acuerdo con esta idea. Sus bases están formadas por matemáticas más que por datos puros, como es habitual en la física teórica. Y aunque un universo holográfico podría responder muchas preguntas sobre la física de los agujeros negros y otras paradojas, se enfrenta con la geometría clásica, que demanda un universo liso, con caminos continuos en el espacio-tiempo.

  “Por lo que queremos construir una máquina que sea la medida más sensible jamás realizada del propio espacio-tiempo”, comenta Hogan. “Eso es el holómetro”.

  El nombre “holómetro” se usó por primera vez para un dispositivo de investigación creado en el siglo XVII, un “instrumento para tomar todas las medidas, tanto en la Tierra como en los cielos”. Hogan sintió que encajaba bien con la misión de su “interferómetro holográfico”, que actualmente está siendo desarrollado en el mayor laboratorio de láser del Fermilab.

  En un interferómetro clásico, desarrollado por primera vez a finales del siglo XIX, un haz láser en un vacío impacta en un espejo conocido como divisor de haz, el cual lo rompe en dos. Los dos haces viajan en ángulos diferentes todo el camino a lo largo de dos tubos de vacío antes de impactar en espejos al final de los mismos y rebotar hacia el divisor.

  Dado que la luz en el vacío viaja a velocidad constante, los dos haces debería llegar al espejo exactamente al mismo tiempo, con sus ondas sincronizadas para volver a formar un único haz. Cualquier vibración que interfiera cambiaría la frecuencia de las ondas a lo largo de la distancia viajada. Cuando retornan al divisor, ya no están sincronizadas.

  En el holómetro, esta pérdida de sincronización tiene el aspecto de una agitación o vibración que representan movimientos en el propio espacio-tiempo, como la poca claridad de la radio que llega en un ancho de banda muy pequeño.

  La precisión del holómetro indica que no tiene que ser grande; con 40 metros de longitud, sólo tiene una centésima parte del tamaño de los actuales interferómetros, los cuales se usan para medir ondas gravitatorias procedentes de agujeros negros y supernovas. Aunque debido a que las frecuencias del espacio-tiempo que mide son tan rápidas, tendrá que ser más preciso en intervalos de tiempo muy cortos, unos siete órdenes de magnitud mejor que cualquier reloj atómico actual.

  “Las sacudidas del espacio-tiempo tienen lugar millones de veces por segundo, unas mil veces más de lo que tu oído puede escuchar”, dice el físico experimental del Fermilab Aaron Chou, cuyo laboratorio está desarrollando prototipos para el holómetro. “A la materia no le gusta agitarse a esa velocidad. Podrías escuchar frecuencias gravitatorias con unos auriculares”.

  El truco, dice Chou, está en demostrar que las vibraciones no proceden del instrumento. Usando una tecnología similar a la de los auriculares con cancelación de ruido, los sensores externos al instrumento detectan las vibraciones y sacuden el espejo a la misma frecuencia para cancelarlas. Cualquier agitación restante a mayor frecuencia, proponen los investigadores, será prueba de un espacio-tiempo difuso.

  “Con los largos brazos del holómetros, estamos aumentando la incertidumbre del espacio-tiempo”, señala Chou.

  Al equipo de Hogan le gusta tanto la idea del holómetro que han decidido construir dos. Uno sobre el otro, de forma que las máquinas puedan confirmar las medidas de la otra.

  Este mes, han logrado con éxito construir un prototipo de 1 metro del brazo de 40 metros, donde soldarán las partes del primero de los brazos de vacío.

  Hogan espera empezar a recopilar datos el próximo año.

  “La gente que trata de unir la realidad no tiene datos, sólo un montón de maravillosas matemáticas”, dice Hogan. “La esperanza es que esto les dé algo con lo que trabajar”.

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FUENTE: symmetrymagazine.org
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¿Y si Plutón fuera un cometa?

por Xenovant en ,


  Nuevas y sorprendentes noticias nos llegan desde Plutón. Por un lado, los astrónomos han detectado por primera vez monóxido de carbono en su atmósfera. Y por otro, esa misma atmósfera se está expandiendo de forma sorprendente desde el año 2000. Podría tratarse de cambios estacionales desconocidos provocados por la reciente aproximación de Plutón al Sol, lo que estaría llevandole a comportarse de una forma sospechosamente parecida a la de un cometa. La investigación aparece en la edición online de Science.

  Sabemos aún muy poco sobre ese lejano mundo, descubierto hace apenas 80 años. Lo cual significa que ni siquiera hemos tenido tiempo aún de observar su comportamiento durante una órbita completa, que dura 248 años. Plutón es el único "objeto transneptuniano" conocido que dispone de una atmósfera, que fue descubierta en 1988, cuando el planeta enano pasó entre la Tierra y una lejana estrella, bloqueando temporalmente su luz y permitiendo a los investigadores obtener datos que hasta entonces habían permanecido inéditos.

  Sin embargo, el único componente detectado entonces en la tenue atmósfera plutoniana fue el metano. Un gas al que ahora se añade también el monóxido de carbono. De haber estado presente con anterioridad, el monóxido de carbono debería haber sido detectado en los estudios previos, pero fue así. Lo que hace suponer que su presencia es muy reciente y se debe a alguna clase de cambio estacional hasta ahora desconocido.

«Vemos lo que pasa por primera vez»
  Plutón se descubrió sólo hace 80 años, menos de un tercio del tiempo que necesita para hacer una única órbita, señala Jane Greaves, la astrobióloga de la Universidad de St. Andrews en el Reino Unido que ha dirigido el estudio, por lo que “estamos viendo todo lo que pasa por primera vez”.

  Los investigadores esperan añadir muy pronto a la lista de componentes atmosféricos otro elemento, el nitrógeno, que además debería de ser el más abundante, aunque resulta muy difícil de detectar debido a sus débiles emisiones en el espectro electromagnético. “Resulta frustrante que no sepamos nada sobre el 97% de la atmósfera de Plutón”, comenta Greaves.

  Los datos recabados en las nuevas observaciones revelan, también, un hecho desconcertante: la atmósfera de Plutón está creciendo. Hasta ahora, la capa gaseosa que envuelve al planeta enano no se había extendido a más de 135 km. de altura desde su helada superficie. Pero los datos obtenidos por Greaves y sus colegas usando el telescopio James Clerk Maxwell, en Hawaii, indican que la atmósfera alcanza, ahora, alturas de más de 3.000 km., una distancia que es casi la cuarta parte del camino ahasta Caronte, la mayor de las lunas de Plutón. “Esto no era lo que esperábamos”, afirma Greaves. “La atmósfera ha cambiado muy drásticamente”.

Su atmósfera se expande
  Los investigadores creen que el monóxido de carbono recién detectado procede de la propia superficie helada del planeta enano, y que se liberó principalmente a partir de 1989, cuando Plutón pasó por el punto más próximo al Sol de su órbita. En ese momento, la superficie se calentó lo suficiente como para liberar esos gases e incorporarlos a su atmósfera, lo cual, además, coincide con las observaciones realizadas por el Hubble durante los últimos cuatro años.

  El telescopio espacial, en efecto, detectó un patrón de luces y sombras sobre la superficie de Plutón, probablemente debidas al deshielo parcial causado por la radiación solar.

  Tenemos, pues, a un Plutón que tiene una atmósfera que se expande al recibir los gases procedentes de la superficie que se liberan cuando el planeta enano pasa cerca del Sol a lo largo de su larga y excéntrica órbita. Un comportamiento que resulta tremendamente familiar... en los cometas. Y que podría verse reforzado con otra sorprendente característica, nada habitual en un cuerpo planetario: el hecho de que Plutón podría tener, como los cometas, una cola.

Características propias de un cometa
  Actualmente, el mismo equipo que dirige Jane Greaves está recopilando los datos necesarios para comprobar esta posibilidad. En concreto, los investigadores están analizando un tenue corrimiento hacia el rojo en la firma espectral del monóxido de carbono, algo que indica que el gas se está alejando del planeta de una forma poco habitual.

  Es posible, creen los investigadores, que esa nube de gas en movimiento se origine en las capas altas de la atmósfera plutoniana, donde reside el monóxido de carbono, y que desde allí sea barrida hacia el exterior por el viento solar, transformándose, literalmente, en una cola.

  Si este extremo se confirma, estaríamos ante algo totalmente inesperado y que daría un nuevo vuelco a la misteriosa identidad de Plutón, el mundo que pasó de ser un planeta de pleno derecho a ser un "planeta enano" y que ahora exhibe rasgos, comportamientos y características propias de un cometa.

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FUENTE: abc.es
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